El edificio incrementa entonces su presencia y dimensión pública, ofreciendo lugares para diversas actividades y momentos. Así mismo, la naturaleza azarosa de la costa inunda el proyecto y éste saca partido de ello para ser capaz de alojar múltiples usos y programas.

El programa consistía en veinte almacenes para marineros, una cafetería (en un principio vinculada al control del pequeño puerto deportivo existente) y, a petición del ayuntamiento, un pequeño club de remo.
A la riqueza que intuyeron surgió de esta combinación de actividades, un intento de responder con la ambición y el convencimiento de que lo construido tiene un enorme poder de incidencia en la sociedad a través de procurar escenarios para la vida de toda su complejidad. De ahí la respuesta que pretende, desde la idea de de lo público vinculada a un edificio, ofrecer usos para diversos colectivos, lugar de encuentro, y recuperar la estrecha y rica relación que un asentamiento humano tenía siempre en origen con la geografía, clima…